 
          When little old white-haired
        
        
          Mary Harris Jones was sitting
        
        
          in a courtroom on trial, a lawyer
        
        
          told the jury she was “the most dan-
        
        
          gerous woman in America.”
        
        
          She smiled, proud that it was true.
        
        
          Cuando la pequeña anciana
        
        
          de pelo blanco, Mary Harris Jones,
        
        
          estaba sentada frente al juez
        
        
          en su juicio, el fiscal dijo que
        
        
          ella era “la mujer más peligrosa
        
        
          en América.” Ella sonrió, orgullosa
        
        
          de que fuera verdad.
        
        
          Mary Harris was born in
        
        
          Ireland in 1837. Her family
        
        
          moved to Canada when she
        
        
          was a teenager, and then to
        
        
          the United States. She was
        
        
          a teacher in Michigan, then
        
        
          moved to Chicago, and later
        
        
          to Memphis, Tennessee.
        
        
          She married a man
        
        
          named George Jones, who
        
        
          was a union organizer for
        
        
          the National Union of Iron
        
        
          Molders. A union was a new-
        
        
          fangled thing, made up of
        
        
          workers who came together,
        
        
          elected their leaders, and
        
        
          through those leaders they
        
        
          collectively bargained a con-
        
        
          tract with their bosses about
        
        
          things like their pay and
        
        
          how many hours they had
        
        
          to work, whether they got a
        
        
          vacation or if their workplace
        
        
          was safe. The union contract
        
        
          spelled out the workers’ re-
        
        
          sponsibilities to the com-
        
        
          pany and the company’s re-
        
        
          sponsibilities to the worker.
        
        
          In the time of George Jones,
        
        
          there weren’t many unions to
        
        
          give a voice to workers.
        
        
          Mary Harris Jones was
        
        
          proud of her husband and his
        
        
          work. She and George want-
        
        
          ed a big family and started
        
        
          having children –four babies
        
        
          in five years. She was happy
        
        
          being a wife and mother. She
        
        
          opened a little dress shop to
        
        
          bring in extra money.
        
        
          But before her old-
        
        
          est child was five years old,
        
        
          there was a terrible yellow
        
        
          fever epidemic in Tennessee.
        
        
          Thousands and thousands
        
        
          of people died, including
        
        
          Mary’s husband and every
        
        
          single one of her little child-
        
        
          ren. All of them died. No one
        
        
          can know her pain or how it
        
        
          molded the rest of her life.
        
        
          She moved back to
        
        
          Chicago. She opened another
        
        
          Mary Harris nació en Irlanda
        
        
          en 1837. Su familia tuvo varias
        
        
          mudanzas: a Canadá cuando
        
        
          era una adolescente, después
        
        
          a los Estados Unidos. Fue
        
        
          maestra en Michigan, luego
        
        
          se mudó a Chicago y, tiempo
        
        
          más tarde, a Memphis, Tennes-
        
        
          see.
        
        
          Se casó con un hombre
        
        
          llamado George Jones, quien
        
        
          era un organizador de sindica-
        
        
          tos trabajadores de fierro. Un
        
        
          sindicato era una cosa nueva
        
        
          en esta época y consistía en
        
        
          trabajadores que se unían,
        
        
          elegían a sus líderes y a través
        
        
          de ellos negociaban colectiva-
        
        
          mente un contrato con sus pa-
        
        
          trones acerca de cosas como
        
        
          su paga, las horas que debían
        
        
          trabajar, si tendrían vacaciones
        
        
          o si el lugar de trabajo era se-
        
        
          guro. El contrato establecía
        
        
          las responsabilidades del tra-
        
        
          bajador con su compañía y
        
        
          las de la compañía con sus
        
        
          trabajadores. En la época de
        
        
          George Jones, no había mu-
        
        
          chas Uniones que dieran voz a
        
        
          los trabajadores.
        
        
          Mary Harris Jones es-
        
        
          taba orgullosa de su marido
        
        
          y su trabajo. Ella y George
        
        
          querían una familia grande
        
        
          y comenzaban a tener hijos
        
        
          (cuatro bebés en cinco años).
        
        
          Estaba contenta de ser mamá
        
        
          y esposa. Abrió una tienda de
        
        
          ropa para ganar un poco más
        
        
          dinero.
        
        
          Pero antes de que su hijo
        
        
          mayor cumpliera cinco años,
        
        
          hubo una epidemia terrible de
        
        
          fiebre amarilla. Miles y miles
        
        
          de personas murieron, inclu-
        
        
          yendo el esposo de Mary y
        
        
          cada uno de sus queridos
        
        
          pequeños. Todos murieron.
        
        
          Nadie puede saber su dolor ni
        
        
          cómo esta tragedia moldeó el
        
        
          resto de su vida.
        
        
          Regresó a Chicago. Abrió